MI LUCHA CONTRA LA DEPRESIÓN

Uno cree que está ajeno a esos males, a esas dolencias del alma, del espíritu o como quiera que se llame. La angustia te invade, las puertas que antes cruzabas sin obstáculo, de pronto las encuentras cerradas. Todo lo ves negro, no encuentras la luz al final del túnel, te hallas en la oscuridad más absoluta y lo peor de todo es que no sabes como salir.

 Pasan los días, las semanas y los meses, pero la desidia, el cansancio de la vida te vence. Escuchas hablar de ello y piensas que no va contigo, pero un día te levantas y reconoces que te has adentrado en un laberinto del que no sabes salir. Sólo en ese momento empiezas a pensar que probablemente tú también has caído en las redes de la depresión.

 

 

 

Escribo sobre esto porque quizás pueda ayudar a alguien a darse cuenta de que es algo que hay que tomar muy en serio. Cuando nos rompemos un hueso, acudimos al traumatólogo. Si nos salen manchas en la piel, vamos al dermatólogo. Así con todo hasta que topamos con la oveja negra, la mente.

La mente  también enferma, algo que mucha gente no quiere reconocer, por ser la gran desconocida. Nadie está a salvo de caer en el pozo de las dolencias de la mente.

Mi caso no ha sido distinto del de millones de personas, imagino.

 Durante mucho tiempo mi ánimo había cambiado, mi comportamiento social y personal distaba mucho de ser el mismo de antaño. Siempre me había considerado el tipo fuerte, inquebrantable, rocoso, ¡qué iluso!

Durante muchos meses lo intenté, una lucha titánica contra el peor de los enemigos, tu propio yo. No hay enemigo más cruel, crítico e incansable. Un día decidí reconocer que algo me pasaba, hacerle caso a mi pareja y solicitar ayuda profesional. A partir de ahí, comienza otra etapa de lucha, el primer paso de una batalla que puede ser muy larga y para la que hay que tener mucha paciencia.

Para empezar intentar realizar alguna actividad que te libre de la ansiedad. Algunos les viene bien hacer deporte, a otros caminar, leer o escribir como es mi caso.

Esta puta vida nos tiene sometidos a una dinámica autodestructiva, donde la ansiedad, el estrés, las prisas, la mala alimentación, el sedentarismo, la hipoteca, las facturas, y un largo etcétera no ayudan a solucionar  ni a liberar unas mentes que se pueden cansar de vivir.

Fue mi caso y lo sigue siendo, pues mi lucha feroz no ha terminado, me queda mucho.

Pero escribir estas líneas me ayudan en un día como hoy, en el que se cumple un año del convencimiento que algo me pasaba. Para mi, siempre acostumbrado a buscarme las habichuelas, fue muy duro, créanme. Mi independencia y seguridad esta vez, no servían de nada.

Hoy, un año después, sin estar curado, ni mucho menos, escribo esto principalmente como medio de desahogo. Si con ello además, puede orientar a alguien, pues mejor.

Este reconocimiento propio, me ayudó al menos, para tratar de dirigir de alguna manera mi vida, que en algunos aspectos anda un poco perdida. Tratar de poner nuevos cimientos para construir un edificio nuevo. Todavía estoy en los planos.

Así que, ya ven, la cosa no es sencilla. Por eso puedo entender a los que se encuentren en una situación parecida.

 

 

 

Espero que no, pero si así fuese, lo primero es reconocerlo. Después llegará la segunda parte. Pero sin conocimiento de causa, la lucha sería una batalla perdida. Hay que conocer al enemigo para saber por donde atacarle y se empieza con saber que lo tienes bien cerca, en tu propia cabeza.

Hay que seguir en la lucha.

Mucha suerte y un saludo.

José Antonio Moreno

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