La madrugada vuelve hacer presencia en el reloj de mi mesilla. La tenue luz que siempre me acompaña en mis escasos descansos, no me deja ver con claridad el número que marcan las agujas, pero da igual, la hora infernal vuelve hacer presencia en mi dormitorio: mis ojos se abren de par en par, mis pies fríos me piden calle a toda marcha y mi cabecita no para de dar vueltas.
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