No seré yo el que entre en polémica sobre si hay o no hay cambio climático. Para mí, está más que claro. Yo vivo en Málaga, sur de España y desde hace varios años vengo observando que los otoños van paulatinamente desapareciendo y para muestra, este año. Mientras escribo estas líneas, ya habiendo superado la primera semana de este mes, las temperaturas siguen rondando los 30 grados y no parece que vaya a producirse un cambio muy drástico. O sí, quién sabe.
«Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana;
de la primera no estoy muy seguro.»
Albert Einstein
Recupero un viejo texto de mis libretas escrito en Julio de 2020, poco tiempo después del confinamiento duro de Marzo, Abril y Mayo de ese mismo año. En esas líneas yo reflexionaba acerca de la pandemia y lo que vivíamos en aquel momento, todavía sin atisbar un horizonte que nos acercara al final de aquella pesadilla. Aún faltaba mucho tiempo para que eso acabase. Me ha parecido curioso dejarlo reflejado por aquí para que no quede perdido en el cajón de mis textos olvidados. Ese es uno de los propósitos principales de este blog, que no abandonara esos escritos que reflejan momentos concretos. En fin, ahí va.
Podría decir que esta foto la tomé ayer desde cualquier punto de mi provincia, Málaga, en el sur de España. También podría decir que se tomó en California o en cualquier punto del planeta. Pero lo cierto es que esta fotografía de una maravillosa puesta de sol fue tomada en el año 2005 por la sonda Insight de la NASA en el planeta Marte. No me digan que no da que pensar. Simplemente maravillosa esta imagen.
Lord Buworld
Hacía años que no leía a Julia Navarro, una de las grandes narradoras de la Literatura española contemporánea. El libro que voy a reseñar en este regreso a mi querido Atril de Iberia lleva por título Dime quién soy y les confieso que este post lleva escrito más de dos años, el tiempo que hace que lo leí pero estaba en una de mis libretas de lecturas y he querido recuperarlo para recomendarlo. Mi pareja vital me lo regaló hace un par de años y recuerdo que lo devoré y tras terminarlo, tal y como veo en mis notas, me dejó una gran sensación, cuando eres consciente de haber terminado la lectura de un gran trabajo. Hace poco me he enterado que se hizo una serie de televisión, así que trataré de verla en algún momento.
Nunca imaginé que, a punto de llegar al medio siglo iba a desenterrar algunos viejos fantasmas que allá por los primeros años ochenta solían protagonizar algunas de mis pesadillas y quebrantos vitales de la niñez. Los que tienen mi edad o más sabrán que la posibilidad de que ocurriese una guerra nuclear era algo que estaba en el día a día. Estábamos en plena Guerra Fría y las películas, novelas, debates televisivos y un largo etcétera tenían como tema central la guerra nuclear y la supervivencia en caso de que tal catástrofe tuviese lugar. Nos martilleaban con películas americanas en las que, obviamente, los estadounidenses eran los buenos y salvadores del planeta y los soviéticos malandrines la enfermedad comunista que había que aniquilar. Nos explicaban cómo había que construir un refugio para salvarnos y sobrevivir al invierno nuclear. Yo, que siempre he vivido en bloques de pisos, me atormentaba ante la nula posibilidad de construir uno en mi bloque del Calvario torremolinense. Recuerdo incluso una charla en el colegio donde un profesor de ciencias naturales nos explicaba tras el visionado de un documental lo que ocurriría si un conflicto así estallase y las demoledoras consecuencias para el planeta. Poco tiempo después se hizo también muy popular la película El Día Después que terminó de acojonarme en mi cándida niñez dejándome muy clarito que nos iríamos al carajo todos.
Con los años, aquel viejo fantasma se fue diluyendo como un azucarillo con la llegada de Gorbachov y su Perestroika, apoyados por los diversos gobiernos norteamericanos que vieron cómo se convertían en los dueños absolutos del planeta. Por tanto, mi generación fue creciendo olvidando aquel viejo fantasma. Yo mismo, bromeaba hace unos años con mi hijo cuando le contaba esos terrores infantiles que tenían su base lógica y que parecía algo ya completamente olvidado. Eso ha sido así hasta este año presente 2022 tras el estallido de la Guerra Rusia-Ucrania donde se ha vuelto a poner en la palestra la terrorífica posibilidad de que ese fantasma se haga realidad.
Desde mi humilde punto de vista, no creo que eso vaya a ocurrir nunca peo sí que es cierto que las últimas declaraciones de Vladimir Putin, las maniobras de Corea del Norte lanzando misiles, las maniobras conjuntas de americanos, japoneses y coreanos del sur, y todo este maldito juego de guerra al que se están sumando cada vez más países, confieso que me tienen un tanto acojonado y no me está gustando nada lo que veo, escucho y leo.
Pero bueno, habrá que confiar en que triunfe u ondee la bandera de la cordura sobre este mapa de la sinrazón.
Sí que son tiempos difíciles estos primeros años de la década de los veinte. Confiemos en que termine este mal sueño.
Como siempre, un placer.
Lord Buworld
No pretendo sonar grandilocuente titulando este post a modo del regreso de alguien grande pero, de alguna manera, es cierto que con este texto, pretendo dar el pistoletazo de salida a una nueva etapa en este blog tras mucho tiempo en silencio. Cuando comencé a escribir este blog, allá por febrero de 2007, lo hice con la ilusión de que este espacio fuese un lugar de esparcimiento personal, donde reflejar mis gustos, inquietudes o todo aquello que de alguna manera supusiese algo que yo necesitase reflejar. Y doy fe que ese objetivo lo conseguí.
Durante cinco años mi actividad en este espacio podría decirse que fue casi frenética. Raro era el día en que no me sentaba a escribir. Una necesidad imperiosa me llamaba a sentarme frente a la pantalla y escupir aquello que me rondaba por la cabeza. Eran fotografías de cada uno de esos instantes, unas veces mejores y otras peores, pero reflejos de momentos que formaban parte de mi vida. Los otros diez años restantes se fueron reduciendo de manera paulatina el número de apariciones en el blog pero ese era también el reflejo de lo que yo sentía que no era otra cosa que mi incapacidad para decir nada coherente. Pero en estos quince años, exactamente una generación, ha habido de todo y, de alguna manera muchos de esos momentos quedaron reflejados aquí y, ahora cuando los leo, me reconozco en algunos textos y en otros encuentro a un perfecto desconocido.
Sabina decía en una vieja canción que al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver. Nunca he estado de acuerdo con esa frase del Maestro de Úbeda. ¿Por qué no volver a un lugar donde has sido feliz? Para mí este blog me hizo pasar momentos muy felices, darme cuenta de que era capaz de escribir y que el resultado saliese medio decente. Y, de alguna manera, me sirvió de entrenamiento para afrontar un viejo anhelo: la escritura de una novela. Eso lo conseguí al publicar La Senda del ajedrecista en Noviembre de 2020. Un trabajo muy personal que me ha dado y aún sigue dándome muchas alegrías. Ahora que estoy inmerso en la escritura de mi segunda novela, he decidido resucitar a este viejo amigo y darle una nueva vida. Ahora, a punto de llegar a los cincuenta, creo que es un buen momento para seguir reflejando mis gustos e inquietudes, ¿por qué no hacerlo?
Releyendo algunos viejos posts, he visto que dejé algunos seriales inconclusos, bien por qué no tenía ganas de seguir bien porque se acababan en ese momento y no había más trabajos que reseñar. Es hora de continuarlos y finiquitarlos. En estos últimos meses he escrito muchos posts en libretas y suman ya más de treinta, me parece que merecen un lugar en este espacio que, a fin de cuentas, sigue siendo mío. No quiero caer en el error de prometer apariciones a diario pero sí que frecuentemente voy a seguir publicando. Es algo que viejos seguidores de este blog me han pedido y quiero satisfacerlos no solo a ellos, sino también a mí mismo.
Así que, espero que me sigan acompañando de vez en cuando en la lectura de este espacio.
Un abrazo a todos y bienvenidos de nuevo al Blog Buword.
Como siempre, un placer.
José Antonio Moreno
7:00 PM
Su día amaneció a las siete de la tarde.
Se giró esperando encontrar a su compañera de los últimos meses pero
de ella solo encontró el tapón.
Su primer pensamiento fue que había tirado el dinero comprando
aquella enorme cama de matrimonio.
La cabeza le estallaba. Era como si el mismísimo Buddy Rich estuviera
tocando ahí dentro.
Pasó un buen rato hasta que encontró el despertador y pudo apagarlo.
Su habitación parecía el departamento de objetos perdidos de unos
grandes almacenes.
Se duchó con agua fría y se vistió con las mismas ganas de quien lo
hace para ponerse frente a un pelotón de fusilamiento.
Era sábado y el New Orleans celebraba su vigésimo aniversario de vida
así que fue fácil encontrar una excusa para ir a tomar una copa.
La entrada estaba custodiada por Billy, un tipo cuyo rostro hacía juego
con la palabra recompensa y que se lavaba los dientes con un puño
americano.
Su padre lo llamó Billy en honor a Bill Evans. El pequeño Billy se comió
los ahorros familiares recibiendo clases de piano.
El chico prometía pero le atraían las malas compañías como la mierda
atrae a las moscas.
Sus padres sufrieron un ictus de forma simultánea cuando se
enteraron que su vástago terminó usando las manos para hacer cantar
a la gente.
En las grandes ocasiones siempre usaba corbata pero en lugar de
adornar su enorme cuello le servía para ampliar la sección de esquelas
de los periódicos.
Una vez en la barra solo tuvo que hacer una mueca para que el barman
le sirviera lo de siempre.
A la vez que su copa llegó una mujer que rondaba los 40 pero de
aspecto tan lamentable que su médico de cabecera debía ser un
forense.
Se llamaba Emily y le contó que su marido se pasaba los días libando en
la barra del bar y las noches desovando entre sus piernas.
Que se sentía tan triste y sola que solía colarse en los entierros para
llorar y ser consolada.
La pobre chica, muchacho, llevaba escrita la palabra fracaso hasta en
su sombra.
Estuvieron hablando hasta bien entrada la madrugada y antes de que
ella se lo pidiera decidió invitarla a su apartamento. Seguramente más
por compasión que por necesidad.
Al sacar las llaves para abrir se acordó de la última chica que manchó
su cama. Tenía la misma conversación que un teletubi y tanto plástico
que en caso de defunción en lugar de en la morgue terminaría en el
contenedor amarillo.
Emily hablaba sin parar. Parecía una metralleta escupiendo plomo.
Le contó que años atrás fue el número principal de un bar frecuentado
por tipos cuyo concepto del amor era un dedo mojado.
Que siempre quiso ser madre pero que en lugar de niños tenía una
larga colección de cicatrices y dientes postizos.
El alcohol diluyó cualquier opción de conocer su parte más profunda y
terminaron dormidos en el sofá con más ropa de la que traían.
Aquella noche ella soñó que despertaba con dos tostadas y café.
Cuando se levantó fue al baño y al pasar por la cocina vio que no había
tostadora. Tampoco cafetera.
Julio Ariza
Hay libros que me han marcado en la vida, no siempre porque sean o yo las haya considerado obras maestras. Algunas veces, por diversas razones, el texto me ha llegado como un dardo y se ha clavado para siempre . En este post les voy a hablar de uno de esos libros que uno clasifica de manera especial en la Biblioteca de su vida y que leí el año pasado pero no había tenido tiempo de reseñarlo en este espacio. Lo ha escrito un músico de New Jersey que responde al nombre de Bruce Springsteen y el libro se titula Born to Run, una autobiografía del genio rockero.
El viejo tango decía que veinte años no es nada. ¿Qué serían entonces diez años?
Pues algo será, digo yo.
Diez años en la vida de alguien suponen unos 3.650 días, con sus horas y minutos correspondientes, un tiempo más que destacable en la vida de cualquier ser humano; con sus idas y venidas, sonrisas y lágrimas o vivencias variopintas. En definitiva un camino de largo recorrido.
¿Qué queda de aquella persona que se sentó un Domingo 18 de Febrero de 2007?
Buworld
Buworld 
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